martes, 10 de julio de 2007

Porque los ecuatorianos no usamos el sentido comun?

El sentido común es el conocimiento que se adquiere por medio de la experiencia y a través de los sentidos, de una manera espontánea, dispersa, acrítica y convencional. Es espontáneo porque está sujeto a una inesperada acción que lo origina y se da sin haberlo buscado conscientemente, o bien se produce por la necesidad de dar soluciones inmediatas a problemas particulares; es disperso porque refleja a la realidad de un modo disperso limitándose a explicar los hechos aisladamente, sin llegar a establecer relaciones entre ellos; y es convencional porque este tipo de conocimiento se basa en la tradición o consenso de la mayoría -de allí su característica de común- es decir, está basada su vigencia en la convención de quienes lo comparten y utilizan, por ello puede calificarse de espontáneo, disperso y convencional.

El sentido común a veces conocido como el menos común de los sentidos, parece ser precisamente el menos común en los ecuatorianos, pues no escapa a nuestra percepción la carencia de éste, en ciertas personas con las que por alguna razón debemos interactuar en nuestro diario vivir, y cuyas consecuencias las tenemos que sufrir incomprensiblemente quienes si sentimos, pensamos y actuamos con sentido común, quienes si entendemos y conocemos los límites del respeto con el irrespeto, de la tolerancia con la intolerancia, los límites de lo racional con lo irracional y quienes obramos en consecuencia de ello sin hacer un dogma y sin estar mecánicamente obsesionados con la aplicación de un mal redactado reglamento o el cumplimiento de una absurda disposición dada por alguien con igual carencia de sentido común que sus subordinados, perdidos de la realidad objetiva del entorno en que vivimos.

Y así vamos sufriendo las absurdas consecuencias del desuso de esta herramienta de racionalidad, ejemplos de estas actitudes carentes de sentido abundan, y van desde lo particular a lo general, así por ejemplo, la censurable actitud que tuvo el guardia de apellido Loor del Banco del Pacífico de la agencia Manta-Shopping, el día Lunes 23 pasado, quien con inusitada y obcecada prepotencia, y descortesía, intentó hasta prohibir a las cajeras que me recibieran un deposito por el solo hecho de estar con mi nieto de brazos parado en la fila de la tercera edad y mujeres embarazadas, pretendiendo que me aprestará a hacer la larga cola sin darme la oportunidad siquiera de explicarle de mi hernia discal en mi columna vertebral, ventajosamente y para mi suerte, el señor que ocupaba un sitio delante mío, -obviamente un racional ser humano con sentido común- se ofreció a hacerme el deposito en el momento en que el mentado guardia se aprestaba a buscar la ayuda del otro guardián de la puerta para tratar de agredirme cobardemente sin importarle que tenía a mi nieto en brazos. O del caso sufrido por mi nuera en el aeropuerto, quien por orden médica debía viajar a Quito pues su estado de gravidez corría peligro por habérsele detectado un cuadro de placenta previa, y quien delicada como estaba, necesitaba la asistencia para abordar el avión con su pequeño hijo infante –mi nieto- pero desgraciadamente fue objeto de la absurda y desconsiderada actuación del guardián de acceso a los filtros de salida, un irracional de nombre Miguel Espinosa que sin dar oportunidad de explicación alguna y al que no le importó del estado de mi nuera, trató de impedir casi a empellones que mi hijo que portaba una autorización de la jefe de counter para ingresar hasta la puerta del avión, prestara tan requerido auxilio a una persona extremadamente delicada de salud. O el caso del cierre por tres horas de la vía a San Mateo el pasado Sábado, para el uso de dos docenas de ciclistas en perjuicio de miles de usuarios.

Los ejemplos se van sucediendo, y de lo particular pasamos a lo general, al manejo del Estado sobre los bienes comunes, y nos encontramos incomprensiblemente con la noticia de que en el país existen enormes yacimientos cupríferos, que correctamente explotados lo podrían situar como el segundo productor del preciado metal -después de Chile-, con una producción estimada anual de doce billones de dólares (la deuda externa del Ecuador está en el orden de los trece billones), pero por aquello de que la patria es de todos, no importan si son minorías seudo ecologistas, se está perjudicando a todos los ecuatorianos por vía de boicotear las concesiones legítimamente otorgadas, y no se hace nada por solucionar su explotación. Que si los contratos son o eran lesivos al Estado, pues bien que se los renegocie pero que se proceda con urgencia a activarlos; que si afectan a la ecología -sin ser esta una verdad-, pues que se los obligue a cumplir los estudios necesarios de mitigación ambiental, aunque las actuales técnicas de explotación minera son técnicas limpias, amigas del medio ambiente y al contrario de la explotación desordenada, indignante y precaria que representó Nambija para el país, en donde si existió envenenamiento de sus ríos con mercurio y nitratos, la moderna explotación con tecnología canadiense representaría para el estado que en menos de un lustro la deuda externa quede saldada y los inconmensurables recursos de dicha explotación significarían a los ecuatorianos promisorios días de bienestar y progreso (se habla de reservas por casi ciento veinte billones). Entonces, ¿donde queda el sentido común, porque se boicotea la explotación de dicho mineral? ¿Qué parte no se comprende del importantísimo aporte que representaría al bienestar de los ecuatorianos explotar este recurso?. Que nos pasa ecuatorianos, actuemos con sentido común!.

No hay comentarios: